Contexto

En nuestras sociedades las mujeres y las niñas son las encargadas de cuidar a las personas adultas mayores, infancia y personas con discapacidad. También realizan la mayor parte del trabajo del hogar, incluyendo cocinar, limpiar, y demás actividades que permiten que los hogares, las comunidades y las economías funcionen y se desarrollen.

Pese a la relevancia de la economía del cuidado para nuestras sociedades y economías, estas actividades, en su mayoría, no son remuneradas, reconocidas ni recompensadas. Inclusive, cuando nos referimos al trabajo de cuidados remunerado, donde la gran mayoría de las trabajadoras son mujeres, las condiciones laborales son injustas y precarias.

La distribución desproporcionada de las responsabilidades de cuidado tiene consecuencias negativas para las mujeres, pues limita su autonomía económica, tanto en términos de participación laboral como de calidad del empleo, educación, capacitación; asimismo, limita su bienestar físico y emocional. Además, la organización social de los cuidados también es deficiente para las personas receptoras de cuidados, quienes carecen de servicios de atención suficientes, accesibles y de calidad.

Existe un reconocimiento creciente referente a que mientras no se aborden las barreras estructurales que perpetúan las desigualdades de género, cualquier intervención o política dirigida a fomentar el empoderamiento de las mujeres y las niñas no alcanzará su máximo potencial.

Dado que los cuidados son esenciales para el bienestar humano y el crecimiento económico sostenible, las políticas de cuidado transformadoras de género no solo beneficiarán a las mujeres y las niñas en toda su diversidad, sino también a las sociedades, economías en general y a nuestro planeta. Ver más... 

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